¿Qué sería de la época navideña sin el tejocote? Quizá suene dramático, pero no puedo vislumbrar su ausencia en el ponche, la piñata, los aguinaldos, o convertidos en un rico postre bañados en piloncillo.
Sí, no cabe duda que Otoño e Invierno son mis estaciones favoritas del año, no sólo porque hace frío, sino porque debemos reconocer que uno de los puntos fuertes de esta temporada, es la comida. Para donde uno voltee hay cosas exquisitas que probar; sin embargo, y aunque no niego que me gustan los postres y platillos salados que se preparan en estas festividades, mi debilidad son las frutas y verduras que se encuentran en estos meses: calabazas, camotes, mandarinas, naranjas, limón real, lima, cacahuates, jícamas, guayabas y por supuesto: tejocotes.
En México tenemos la fortuna de encontrar fruta todo el año, pero ésta en particular puede ser una de las menos agraciadas a pesar de ser de origen cien por ciento mexicano, presente desde tiempos prehispánicos, de ahí que su nombre se derive del náhuatl texocotl “piedra agria”. Su parecido a una manzana muy pequeña, le ha ganado el mote de “manzanita” o “manzanilla”, aunque su color que va del amarillo al anaranjado, hagan una distinción, lo mismo que su sabor ácido y particular, contrario al dulzor de la mayoría de las manzanas.
Tal vez hablar del tejocote no parece ser muy trascendente, pues seguramente más de una vez hemos pasado junto a un “huacal” o montón de estos frutos sin darles mayor importancia, a no ser que se acerquen las posadas o el frío apremie y nos apetezca un ponche. Es muy probable que no se encuentre entre los favoritos de muchos, pero es un buen momento para darle una oportunidad, aprovechar la temporada, y disfrutar sus propiedades.
Entre éstas, podemos mencionar la presencia de vitamina C, que interviene en la formación de colágeno, glóbulos rojos, favorece la absorción de hierro y prevención de infecciones, además de tener efecto antioxidante. También es rico en calcio y contiene vitaminas del complejo B y hierro, constituyente de hemoglobina. Y aunque las cantidades presentes en este pequeño fruto no cubren por completo los requerimentos diarios, si son un buen complemento de una dieta equilibrada, además de que 100 grs. tienen alrededor de 62 kilocalorías, lo que lo hace una buena alternativa de colación.
La primera opción es disfrutar de las frutas al natural, tanto para obtener intactos los nutrimentos, como para conocer el sabor y textura originales. Sin embargo, no debemos limitarnos, pues son populares los ates, mermeladas y el tradicional “dulce de tejocote”, que se vende en muchos mercados, preparaciones que aprovechan el alto grado de pectina (responsable de ayudar a espesar y “cuajar”), que tiene este fruto.
Pero no es todo con el tejocote, se puede incorporar a la receta de atole, o utilizarlo como salsa para bañar alguna carne. Prácticamente puede reemplazar la fruta en alguna masa para pastel, muffin o cupcake. En lo personal, me gusta prepararlo hervido con canela sin azúcar y utilizarlo para acompañar un yogurt natural frío o congelado; si se le agrega un poco de amaranto u hojuelas de avena, es un buen desayuno. De la misma manera sirve para acompañar panes o hot cakes; se me ocurre que también se puede utilizar en un licuado o con la avena cocida en agua.
Y si su aportación a las recetas y a la dieta no terminan de convencer a alguien, tomemos en cuenta que durante mucho tiempo, e incluso en la actualidad, ha sido utilizado como parte de la medicina alternativa, pues la infusión del fruto, solo o combinado con otras hierbas y flores, ha sido usado para tratar enfermedades respiratorias; las hojas y corteza para diarreas y dolores de estómago. El objetivo no es dar una prescripción, sino un panorama de la importancia que ha tenido el tejocote, y sumar puntos que nos lleven a incorporarlo en nuestras dietas.
Recordemos que los productos de temporada tienen una razón de ser, y además de beneficiar a nuestra salud, cuidamos nuestra economía. Compartan sus recetas, yo continuaré experimentando y si algo interesante resulta, lo compartiré.
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