agosto 18, 2010

Escudándose en Dios

Desde hace varios años, desde que tengo una consciencia real del mundo que me rodea, y he dejado de creer todo lo que los otros me dicen, comencé a cuestionar mucho de lo que las instituciones me repiten.

Unas van, otras vienen, siempre que alguien está en un estatus de poder, que tiene seguidores y se convierte en líder, llámese de un grupo, de opinión o religión, tal parece que lo que sale por su boca fuera verdad absoluta, y todos los que le hemos dado un voto de confianza estamos de acuerdo con él/ella; en este caso yo no lo estoy, y es mi deber expresarlo.

Estoy totalmente de acuerdo con "el que calla otorga", y yo no doy mi voto a favor de lo que en los últimos días han dicho altos mandos de la iglesia católica.

Como siempre lo he dicho, nunca lo negaré, soy católica por convicción; mi familia también lo es, y fui bautizada y educada bajo esta fe.

A los tres años hice mi confirmación ante Dios, pero en la adolescencia fue cuando realmente elegí serlo; a los siete años realicé mi primera comunión y día a día le agradezco a Dios por la vida que me ha dado, es parte importante de mi existencia; sin embargo, no confundamos, estoy totalmente en contra del fanatismo religioso.

Estoy en contra de lo que la Iglesia como institución nos ha hecho creer, sobre todo, porque escudarse en nombre de Dios para defender intereses de un grupo, es algo poco ético, y llevarnos entre la sotana es algo que no acepto.


Y no lo acepto, porque el decir que las "buenas familias católicas" nos pronunciamos en contra de los matrimonios entre personas del mismo sexo; y que al estar bautizados bajo esta fe, exigimos respeto a la concepción de familia es una mentira.


A mí nunca me preguntaron mi postura, que es claramente un voto a favor de este tipo de uniones; defiendo la familia, pero ante todo defiendo el amor y a Dios, que es lo que significa: Amor.

Podrán haber muchas posturas con respecto a Dios, la religión y lo poco o mucho racional que creer en Cristo, Buda o Jehová resulte; sin embargo, más allá de ese debate, está nuestra postura como individuos, más que como parte de una congregación religiosa.

No hablo desde una postura política, porque la situación actual de nuestro país me ha vuelto apolítica; tampoco defiendo un interés personal, como ya he repetido en repetidas ocasiones, soy heterosexual, y no lo reitero por hacer una distinción o segregar y discriminar a las personas homosexuales, sino para hacer notar que no son mis intereses los que defiendo.

Defiendo la igualdad, tanto de género, como de raza, religión, estatus económico, edad y preferencias sexuales; defiendo la posibilidad de que todo aquel que quiera formar una familia lo haga, sin que la sociedad o un determinado grupo con pensamientos medievales los señale; defiendo la posibilidad de un niño de vivir y tener lo que las circunstancias de sus padres les negaron.

La familia va más allá de un hombre, una mujer, un niño y un perro; la familia es el núcleo más importante de la sociedad, pero por lo que dentro de ella se gesta.

Existen familias de madres o padres solteros, familias donde los tíos o abuelos tienen que criar y educar a niños cuyos padres murieron o tuvieron que irse; pero el factor común es el amor, los valores y el deseo de hacer de esos niños personas de bien.

Y esos mismos valores los puede inculcar una persona que esté consciente de ellos, que los tenga bien cimentados, va más allá del sexo.

Y puedo no conocer todos los pasajes de la biblia, puedo tener una concepción personal del catolicismo, pero es una concepción que me permite ver la esencia de la religión; no creo en un Dios castigador, no creo en aquel que te señala por tus acciones.

Creo en un Dios que ama y te enseña a actuar a partir del amor propio y hacia los prójimos, aquel que te indica que tus acciones tienen consecuencias que van más allá de un castigo divino, son las repercusiones que tienen en aquellos que te rodean y en tí mismo.

Es por esta razón que hoy digo, ya basta. Basta de escudarnos en el nombre de Dios para hacer daño al prójimo, si tanto hablamos de amor, perdón y tolerancia, amemos, perdonemos y toleremos.

Basta de hipocresías, de señalar al otro, mientras nosotros actuamos peor; porque es más dañino socialmente ser intolerante que homosexual, hacerse el sordo, el ciego, ser borrego de un supuesto "pastor de almas", que desear formar una familia y darle a un niño todo el amor que se merece.

Suficiente dolor es haber perdido a tus padres, ser víctima de una espiral de dolor y resignación, como para que alguien te niegue la posibilidad de ese calor de un abrazo, de tener todo lo que un niño merece tener; si somos tan capaces de señalar estas uniones, entonces seamos capaces de remendar los daños que con nuestra postura generamos.

Aquellos que se pronuncien en contra de estas uniones, den a todos esos niños la vida que podrían tener con un matrimonio, sea cual sea el sexo.

Porque es más fácil hablar que actuar; tengo la bendición de contar con el amor y la protección de una familia, pero de no ser así, estaría agradecida de que Dios me permitiera contar con dos papás o dos mamás antes que con la lástima y la compasión de un Arzobispo y miles de familias que asientan con la cabeza cada una de sus palabras.

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