agosto 10, 2010

Matrimonios Gay

Actualmente, entre las muchas temáticas que destacan en los medios, existe una que se ha convertido en un foco importante de atenciaón; estamos frente al polémico debate de los matrimonios gay y la posibilidad de adopción por parte de parejas del mismo sexo.
En un país mayormente católico, y tan apegado a sus tradiciones, el tema de la homosexualidad siempre ha sido algo que genera revuelo; sin embargo, con el decreto que hizo la Suprema Corte de Justicia de la Nación de considerar constitucionales a los matrimonios gay, la polémica se ha despertado en diferentes ámbitos de la sociedad.
Más aún cuando se explora la posibilidad de que estas parejas no sólo consoliden su unión legalmente, como lo haría cualquier otra, sino que puedan adoptar a un niño o niña.
Vemos en la televisión imágenes de manifestantes frente a la SCJN, con pancartas; niños que fueron llevados ahí para defender un punto de vista; escuchamos declaraciones de asociaciones como Pro Vida, Una + Uno = Matrimonio; también tenemos la postura del cardenal Norberto Rivera Carrera en voz de un matrimonio católico; en fin, escuchamos por muchos canales sobre el tema, pero qué vale realmente la pena rescatar de todo esto: la reflexión.
Es momento de reflexionar sobre la situación que está viviendo nuestra sociedad y la inminente pérdida de valores que se nos avecina, y no me refiero a la provocada por la libertad de elección entre casarte con un hombre o una mujer, sino por la falta de respeto hacia esta libertad.

Desde que comenzó esta polémica, tiempo atrás, traté de entender las diferentes posturas y por qué esto estaba ocurriendo. Sé que el hecho de llevar esto a la SCJN tien más que ver con una cuestión de legalidad y la intención de respetar los derechos de todos; sin embargo más allá de eso no logro comprender el resto de la problemática.

El otro día escuchaba a alguien decir que la justicia no existe para complacer a alguien; las leyes se hicieron para una población, para lo que resulte más benéfico para la sociedad.

En qué resulta benéfico dejar de criminalizar a los matrimonios gay, en el sencillo pero trascendente hecho de que vivimos en una sociedad heterogénea, capaz de convivir con diferencias y similitudes.

Y le he dado vueltas al asunto, pero no logro concebir un problema real; a mi manera de verlo, se casen o no, es algo que a nadie le tendría que afectar más que a los implicados; es más, ni siquiera se si el matrimonio heterosexuales algo que apruebo, pero no lo veo como malo o falto de moral.

Tal vez sea la educación o el momento que me tocó vivir, pero he de decir, o más bien reafirmar, lo que muchos saben, soy católica, pero estoy totalmente en contra de la postura de aquel que se dice máxima autoridad de esta iglesia en nuestro país, así como repudio las violaciones a menores por parte de sacerdotes.

Insisto, tal vez sea que el mundo que a mí me tocó vivir, no es el mismo en el que vivieron mis padres o abuelos; desde siempre ha existido la homosexualidad, sin embargo antes no era reconocida.

Es por eso que este reconocimiento implica ajustes en todos los niveles, principalmente en los esquemas mentales donde una + uno parecían ser la única fórmula para conformar un matrimonio, como si el amor pudiera ser cuadrado; sin embargo así como cambiaron las relaciones sociales, laborales, como se transformó la tecnología, también es momento de cambiar nuestra visión.

Para mí no es difícil pensar en un matrimonio entre dos hombres o dos mujeres, es más, me da igual, por qué hay a quienes les hace ruido, si tan sólo están formalizando lo que ya es una realidad.

Considero que la obligación de la SCJN es buscar la igualdad, así como preservar los derechos de todos los ciudadanos sin importar la elección de pareja, religión o partido politico; es por esta razón que celebro que se aprueben estas uniones; comenzamos en el Distrito Federal, continuemos con el resto de la República.

Celebremos la diversidad, que en ella está la riqueza; agradezcamos que existe amor en cualquiera de sus formas, porque éste siempre será mejor que la violencia.

A quienes se pronuncian en contra, sólo les puedo decir: Si hablamos de valores, la tolerancia es uno de ellos; educar a nuestros hijos con la idea de que la única manera de amar es eligiendo a alguien que no pertenece a nuestro género, sólo los llevará a confusión y frustraciones, en caso de que ellos así no lo quisieran.

Hay que predicar con ejemplos, no hay nada peor que temer a tus padres, a su juicio y señalización; apuntar a que homosexuales y lesbianas están condenados, no nos hace a nosotros mejores, sino personas incapaces aceptar que en este inmenso universo, donde no somos más que partículas, existen diferencias entre los seres humanos.

Demostremos que la base de la religión católica es el amor al prójimo, pero más allá de religión, hay que hablar de que amar, o decidir compartir la vida con alguien va más allá del sexo de las personas o apariencia física.

Si dos hombres o dos mujeres deciden darle la oportunidad que alguien le negó a un niño de vivir en familia, no tenemos por qué escandalizarnos, o que no hay quienes fueron criados por puras mujeres en familias de madre soltera, donde toda la familia eran ésta y sus tías o abuela; acaso eso afecto su futuro.

Daña más ver violencia, alcoholismo; el amor nunca daña, al contrario, enriquece.

Quitémonos las vendas de los ojos, ese pensamiento en el que todo tiene que ser como siempre ha sido para no generar caos en nuestra mente, nada se verá afectado, el planeta seguirá girando de la misma manera, y nuestras vidas seguirán siendo las mismas; porque así como miles de parejas heterosexuales se casan sin causarnos mayores repercusiones, lo mismo pasará con los matrimonios gay.

Dejemos de reflejar nuestros temores contra los derechos de los otros, no por negarnos a estas opciones evitaremos que nuestros hijos, hermanos o sobrinos sean lo que quieran ser.

Ya basta de homofobia, vivamos y dejemos vivir; ocupemos esas fuerzas en transmitir valores verdaderos, en ayudar a otros; salgan y vivan sus vidas sin tratar de lastimar la del otro.

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