agosto 02, 2010

Más allá de la tecnología

Año tras año vemos evolucionar la tecnología en todos los ámbitos; las redes sociales son lo de hoy, actualmente es raro el caso de quien no tiene facebook, e incluso en los últimos meses, también twitter.

La posibilidad de ingresar a estos sitios desde blackberries, iphones, celulares comunes, e incluso ipods, ha hecho evolucionar a estas páginas de contacto, transformándolas en un medio de comunicación tan efectivo y más completo de lo que llegó a ser en algún momento el messenger.

Con el tiempo ambos se han convertido en un referente inmediato que incluso en ocasiones generan un parteaguas en la información.

Pero ¿qué significado tiene, cuáles son las repercusiones de la tecnología en nuestras vidas?, ¿implican un avance, o un retroceso en esta sociedad cambiante?

Es imposible negar la importancia y los aspectos positivos de ésta, y no me refiero únicamente a las redes sociales, sino a toda la tecnología en sí, teléfonos, videojuegos, ipods, microondas, incluso aquellos alimentos procesados.

Desde que surge una nueva tecnología, y con la adherencia de ésta a nuestra vida diaria, poco a poco se desvanece ese pasado antes de su aparición; cada tecnología implica un avance y la posibilidad de facilitar nuestra existencia.

Y de pronto te encuentras en un lugar completamente alejado de la ciudad, sin Internet, computadoras; no hay señal en tu celular, ni siquiera aquellos lujos que se vuelven cotidianos.

Y caes en la cuenta de que son justamente eso, lujos, caprichos sin los que a veces tardas trabajo en funcionar.

De viaje por el Estado de México, en uno de los municipios más grandes, pero no por eso similar a la vida citadina, durante una comida personas mayores nos hablaban de la diferencia entre la educación de hoy y la de décadas atrás, recalcando que antes sin terminar la primaria, aprendían más, porque el nivel educativo era mayor.

En sí ese podría ser un tema de debate, pero lo que más me llamó la atención de esa conversación fue la máxima de que ahora los jóvenes sin computadora no podemos hacer nada, ¿será?.

Esa es la imagen que damos a los demás, y lamentablemente en muchos casos es cierto, porque hemos hecho de la tecnología algo imprescindible, dejamos de lado su carácter de apoyo para depender de ellos.

Que quede claro que no estoy en contra de ningún tipo de avance tecnológico, ni soy parte del grupo de personas que piden lincharlos, tanto a aparatos, como redes sociales; sin embargo me pronuncio a favor de recuperar aquellas cosas que se han perdido mientras nos sumergimos en la evolución del mundo.
Lo digo porque durante este viaje tuve la extraordinaria posibilidad de ser parte, por un fin de semana, de una familia con un estilo de vida muy diferente al mío; vivir en una casa situada sobre la carretera, sin vecinos cerca, únicamente vegetación alrededor; pero sobre todo habituarme a prácticas alejadas de las mías.

Y de pronto te das cuenta que la vida va más allá de lo que hoy vemos; revaloras una sonrisa, un abrazo; te sorprendes de que una niña de quince años se lleve bien con su mamá, la abrace y no se griten todo el tiempo.

Entiendes que no necesitas toda esa comida light, congelada o enlatada; que el verdadero sabor está en la tierra, en lo natural; en ese compartir los alimentos; en el calor de hogar.

Y te logras desprender de tus posesiones, te olvidas del ipod, sin señal te vale el celular; no hay estrés, y por un momento se te olvidan las ansiedades, obsesiones, decepciones.

Entiendes que muy en el fondo es la vida que quisieras vivir, pero ¿por qué no hacerlo?, porque ya no podemos desprendernos de eso que nos oprime, por mucho daño que nos cause, porque nos enseñaron que hay que cumplir con un determinado estatus según el lugar donde vivimos.

Y me di cuenta que por más que quiera dejar a un lado mi vida, siempre regresa; pero vale la pena, al menos por un par de días, reencontrar la esencia, tanto de nosotros, como del mundo, recostarnos sobre el pasto, abrazar a quien amamos y dejar de lamentarnos.

Vale la pena conocer, descubrir y redescubrir aquellos lugares que alguna vez nos hicieron, o que nos harán felices, porque como siempre he dicho, la vida es mucho más; hay mil cosas por experimentar, y a pesar de todo, aún con la realidad actual, dejémonos sorprender, porque aún hay cosas en este planeta y en México, que nos reclaman atención y amor.

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