por María
Expertos y ciudadanos comunes estamos de acuerdo en que uno de los principales agentes que contribuyen a la ya mencionada epidemia, es la llamada “comida chatarra”, que aunada a la inactividad física, dan como resultado un incremento de peso; asimismo colesterol, triglicéricos, y glucosa en sangre.
El ritmo de vida ha cambiado, tenemos influencias de todas partes en todo lo que a cultura se refiere, eso incluye a la comida. Es por eso que algunos no se explican por qué existe un gran porcentaje de personas enfermas, si antes comían más que ahora; sin embargo, la calidad de los alimentos era otra.
Frente a esta inminente realidad, no queda más que buscar erradicar el problema, pero como no se puede educar de un día para otro, se optó por iniciar, o al menos intentar cambiar los hábitos de los niños y disminuir su consumo de este tipo de productos.
Las respuestas fueron variadas, se escucharon declaraciones como: “Si retiraremos los refrescos y bebidas azucaradas, pero para el 2012”; “...se puede empezar por bajar las cantidades y vender porciones más pequeñas, con menor cantidad de calorías”; “Se está atacando a una industria que da empleo y genera ganancias para muchas familias”.
Es normal que las empresas que se dedican a la venta de este tipo de productos alcen la voz, nadie estaría dispuesto a quedarse con los brazos cruzados mientras ve como le obstaculizan la entrada hacia uno de sus mercado más importantes.
Y esque en los últimos años se ha dado una insistente promoción de llevar una vida basada en una alimentación más ligera, que no por eso más saludable, producto de la obligada necesidad de mantener una figura delgada y atractiva.
Aún cuando las consecuencias de estas "campañas" no han sido del todo positivas; no sólo los hábitos de alimentación no se han logrado modificar permanentemente: por un lado, algunas personas han elegido periodos de poca ingesta calórica, atribuida a dietas esporádicas, combinados con su alimentación normal; hay también quienes deciden llevar una eterna dieta restrictiva; y finalmente están los que no dejan sus malos hábitos de siempre.
Pero aún cuando la alimentación de los mexicanos en general no se ha visto gravemente trastocada, es cierto que con los nuevos estilos de vida la industria de alimentos ha tenido que innovar y ofertar al público productos que se adhieran a "una vida más saludable".
Y así vemos proliferar y surgir cada vez más productos "light" que no por eso son los ideales, punto que en otro momento habrá que analizar; sin embargo, en todo ese universo de alimentos "sanos" y "poco engordantes", aún se podía encontrar en las tienditas y pasillos de supermercados alimentos poco nutritivos ricos en grasas saturadas, azúcar y sodio.
Existe un aumento de los establecimientos de comida rápida, ambas industrias pusieron sus ojos en un mercado cuyos gustos parecían ser "inalterables": los niños, adolescentes y jóvenes.
La premisa desde hace muchos años rezaba que este grupo podía comer de todo sin preocuparse, se relacionaba directamente a niños con dulces, adolescentes con hamburguesas; leche con chocolate y cereales azucarados para el desayuno; pizzas para las reuniones con amigos, “a ellos lo que pidan porque están en crecimiento”.
Ahora se ha comprobado que eso no justifica la ingesta de una gran cantidad de calorías vacías; es decir, que lo que necesitan tanto niños como adolescentes es comer abundante, pero sano; alimentos que los nutran, no sólo los llenen o entretengan, prueba de eso son los tan mencionados y elevados índices de obesidad infantil que hoy nos atañen.
Entonces ¿qué le toca hacer ahora a esta industria?. Más allá de tirar patadas de ahogado, tiene que proponer.
Pero esto es una tarea más difícil de lo que parece, razón por la que muchas de estas empresas tanto grandes como pequeñas, pero principalmente las últimas, empresas de tradición y cuyos recursos no les estiran para realizar una investigación, se encuentran realmente preocupadas por lo sucesivo.
Tienen que buscar la manera de hacer que los productos que los identifican sean más saludables y reduzcan considerablemente las calorías y niveles de grasa saturada, azúcar y sodio, claro que sin sacrificar el sabor; esto implica otro gran problema, sobre todo si consideramos que en ocasiones por disminuir uno de los componentes, se aumenta otro, o que el uso de ciertos productos para igualar el sabor, no son del todo adecuados para este sector de la población.
Además, no podemos educar a los niños a vivir entre productos light.
Ya existen algunas propuestas, incluso una de las cadenas más importante de comida rápida, cuyo principal mercado son los niños, ha insertado en su menú infantil, la posibilidad de elegir entre diferentes opciones para formar su paquete, entre estas destacan los jugos y zanahorias “bebés”.
Si cada una de las industrias enfocadas en el público infantil hicieran un pequeño esfuerzo, la cosa sería diferente; es innegable que la salud tanto de niños como de adultos, es un tema que se antepone a cualquier beneficio económico, pero también pensemos en cuantos de nosotros estarían dispuestos a dejar de ganar una parte de sus sueldo para salvar al mundo.
Si bien no es comparable el ingreso de tales industrias con el de un ciudadano promedio, tampoco olvidemos que de ahí salen muchos sueldos de gente tan común como cualquiera de nosotros, no se trata de justificar a la industria, pero tampoco podemos dejar caer el peso sobre ellas.
Sería difícil pensar en un mundo sin aquellos dulces, pastelillos y frituras que han marcado nuestras vidas, que no sólo nos encantan, sino también tienen el peso de los recuerdos; negar ese placer sería un error tan grande como el haberlos transformado de lujos a imprescindibles, adictivos.
Y eso no es del todo culpa de quienes los venden; debemos tomar la corresponsabilidad que el que los compra tiene.
Gritar y culpar no es lo mismo que proponer; hacerse víctima y tirar patadas de ahogado no soluciona los problemas; más nos vale buscar soluciones juntos, las empresas desde su trinchera con propuestas viables y más saludables, y nosotros desde la nuestra con la educación e inteligencia de saber elegir y predominar en nuestras dietas los alimentos naturales y balanceados, y dejar para las ocasiones especiales los postres y golosinas.
El ritmo de vida ha cambiado, tenemos influencias de todas partes en todo lo que a cultura se refiere, eso incluye a la comida. Es por eso que algunos no se explican por qué existe un gran porcentaje de personas enfermas, si antes comían más que ahora; sin embargo, la calidad de los alimentos era otra.
Frente a esta inminente realidad, no queda más que buscar erradicar el problema, pero como no se puede educar de un día para otro, se optó por iniciar, o al menos intentar cambiar los hábitos de los niños y disminuir su consumo de este tipo de productos.
Las respuestas fueron variadas, se escucharon declaraciones como: “Si retiraremos los refrescos y bebidas azucaradas, pero para el 2012”; “...se puede empezar por bajar las cantidades y vender porciones más pequeñas, con menor cantidad de calorías”; “Se está atacando a una industria que da empleo y genera ganancias para muchas familias”.
Es normal que las empresas que se dedican a la venta de este tipo de productos alcen la voz, nadie estaría dispuesto a quedarse con los brazos cruzados mientras ve como le obstaculizan la entrada hacia uno de sus mercado más importantes.
Y esque en los últimos años se ha dado una insistente promoción de llevar una vida basada en una alimentación más ligera, que no por eso más saludable, producto de la obligada necesidad de mantener una figura delgada y atractiva.
Aún cuando las consecuencias de estas "campañas" no han sido del todo positivas; no sólo los hábitos de alimentación no se han logrado modificar permanentemente: por un lado, algunas personas han elegido periodos de poca ingesta calórica, atribuida a dietas esporádicas, combinados con su alimentación normal; hay también quienes deciden llevar una eterna dieta restrictiva; y finalmente están los que no dejan sus malos hábitos de siempre.
Pero aún cuando la alimentación de los mexicanos en general no se ha visto gravemente trastocada, es cierto que con los nuevos estilos de vida la industria de alimentos ha tenido que innovar y ofertar al público productos que se adhieran a "una vida más saludable".
Y así vemos proliferar y surgir cada vez más productos "light" que no por eso son los ideales, punto que en otro momento habrá que analizar; sin embargo, en todo ese universo de alimentos "sanos" y "poco engordantes", aún se podía encontrar en las tienditas y pasillos de supermercados alimentos poco nutritivos ricos en grasas saturadas, azúcar y sodio.
Existe un aumento de los establecimientos de comida rápida, ambas industrias pusieron sus ojos en un mercado cuyos gustos parecían ser "inalterables": los niños, adolescentes y jóvenes.
La premisa desde hace muchos años rezaba que este grupo podía comer de todo sin preocuparse, se relacionaba directamente a niños con dulces, adolescentes con hamburguesas; leche con chocolate y cereales azucarados para el desayuno; pizzas para las reuniones con amigos, “a ellos lo que pidan porque están en crecimiento”.
Ahora se ha comprobado que eso no justifica la ingesta de una gran cantidad de calorías vacías; es decir, que lo que necesitan tanto niños como adolescentes es comer abundante, pero sano; alimentos que los nutran, no sólo los llenen o entretengan, prueba de eso son los tan mencionados y elevados índices de obesidad infantil que hoy nos atañen.
Entonces ¿qué le toca hacer ahora a esta industria?. Más allá de tirar patadas de ahogado, tiene que proponer.
Pero esto es una tarea más difícil de lo que parece, razón por la que muchas de estas empresas tanto grandes como pequeñas, pero principalmente las últimas, empresas de tradición y cuyos recursos no les estiran para realizar una investigación, se encuentran realmente preocupadas por lo sucesivo.
Tienen que buscar la manera de hacer que los productos que los identifican sean más saludables y reduzcan considerablemente las calorías y niveles de grasa saturada, azúcar y sodio, claro que sin sacrificar el sabor; esto implica otro gran problema, sobre todo si consideramos que en ocasiones por disminuir uno de los componentes, se aumenta otro, o que el uso de ciertos productos para igualar el sabor, no son del todo adecuados para este sector de la población.
Además, no podemos educar a los niños a vivir entre productos light.
Ya existen algunas propuestas, incluso una de las cadenas más importante de comida rápida, cuyo principal mercado son los niños, ha insertado en su menú infantil, la posibilidad de elegir entre diferentes opciones para formar su paquete, entre estas destacan los jugos y zanahorias “bebés”.
Si cada una de las industrias enfocadas en el público infantil hicieran un pequeño esfuerzo, la cosa sería diferente; es innegable que la salud tanto de niños como de adultos, es un tema que se antepone a cualquier beneficio económico, pero también pensemos en cuantos de nosotros estarían dispuestos a dejar de ganar una parte de sus sueldo para salvar al mundo.
Si bien no es comparable el ingreso de tales industrias con el de un ciudadano promedio, tampoco olvidemos que de ahí salen muchos sueldos de gente tan común como cualquiera de nosotros, no se trata de justificar a la industria, pero tampoco podemos dejar caer el peso sobre ellas.
Sería difícil pensar en un mundo sin aquellos dulces, pastelillos y frituras que han marcado nuestras vidas, que no sólo nos encantan, sino también tienen el peso de los recuerdos; negar ese placer sería un error tan grande como el haberlos transformado de lujos a imprescindibles, adictivos.
Y eso no es del todo culpa de quienes los venden; debemos tomar la corresponsabilidad que el que los compra tiene.
Gritar y culpar no es lo mismo que proponer; hacerse víctima y tirar patadas de ahogado no soluciona los problemas; más nos vale buscar soluciones juntos, las empresas desde su trinchera con propuestas viables y más saludables, y nosotros desde la nuestra con la educación e inteligencia de saber elegir y predominar en nuestras dietas los alimentos naturales y balanceados, y dejar para las ocasiones especiales los postres y golosinas.
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