junio 08, 2010

Plan AntiObesidad

El problema es evidente, la propuesta muy interesante, las preguntas son ¿qué tan funcional es el plan antiobesidad?, ¿existe un verdadero futuro?, ¿cuáles son los daños colaterales?.

No debemos perder de vista que nos estamos acercando a un tema muy delicado, no sólo por las repercusiones físicas, sino también psicológicas .

Es claro, totalmente tangible que tanto la obesidad como el sobrepeso son problemas de salud pública que afectan a una parte importante de la población mexicana; las causas son muchas, desde la mala alimentación y el sedentarismo, hasta un problemas genéticos e incluso psicológicos.

Para enfocarnos en las causas tendríamos que ir caso por caso y desglosar tanto su historial médico como familiar; hábitos y actitudes. Esto no se puede dejar a un lado, sin embargo vale más enfocarse en la solución de algo que merma no sólo el presente, sino el futuro de un sector destacado de la población.

Es bien conocido por nuestra cultura popular que “árbol que nace torcido jamás su rama endereza”, así que tratar de corregir a alguien que lleva repitiendo los mismos patrones de conducta alimentaria desde hace 30, 40 o más años resulta ser una misión casi imposible.

Entonces lo que queda es enfocarse en el sector que puede, hasta un punto determinado, ser maleable: el sector infantil y preadolescente.

La idea no es mala, las propuestas tampoco, son cambios que es imprescindible realizar, porque el tema no se refleja únicamente en una figura “regordeta” o que no cumple con las “normas estéticas”, sino en las repercusiones médicas a corto, mediano y largo plazo.

Sin embargo el enfoque no debe ser prohibitivo, ni discriminatorio, se trata de educar, de hacer una verdadera reforma en la manera de ver a los alimentos.

No podemos reducir todo a clasificar a los alimentos en buenos y malos; prohibidos y permitidos; no le puedes decir a un niño que es más rico un apio que un caramelo, porque no es cierto, más nutritivo sí, pero el sabor del apio es mucho más fuerte y específico que un caramelo.

Desde mi perspectiva prohibir los alimentos no sólo los puede hacer más provocativos, sino que también se puede generar una renuencia a la variedad en la dieta, y generar una conducta alimentaria restrictiva que derive en un trastorno alimenticio.

No quiero decir que ahora todos serán unos posibles anoréxicos, bulímicos u ortoréxicos, pero sí que la relación con la comida no será sana.

Si alguien me dice que comer un gansito es malo porque me hará enfermarme o engordar, claro que me puede generar un miedo, y entonces, ¿nunca volveré a comer pastelillos por miedo a enfermarme?

Además nos olvidamos del tema de la discriminación, si ahora los profesores tienen que estar pendientes de los niños que presenten estos problemas, para hacerlo notar a los padre, ¿esto no provocará una señalización? .

Es decir: “Tengo que hablar con tus papás porque te veo más llenito” o “Perdone señor, su hijo está subiendo de peso”. Sí, se trata de prevenir futuras enfermedades, pero ¿a costa de una discriminación?.

Si de por sí, tener sobrepeso en una sociedad, que aunque es predominantemente pasada de peso, exige mantenerse “delgado y bello”, resulta frustrante y con una dificultad para relacionarse, que tu profesor, lo resalte y se encienda un foco sobre ti puede resultar imposible.

Creo que el verdadero objetivo, aunque más bien merece llamarse reto, será educar a niños, padres, maestros, y la sociedad en general, sobre nutrición; valores nutrimentales, necesidades individuales, calidad de los alimentos.

Pero también debemos reencontrarnos con los sabores, con las texturas, con las comidas caseras, que si bien es difícil tanto por la situación económica, como laboral, se puede hacer un esfuerzo.

Se trata también, de recuperar el placer por la comida, por la convivencia, por lo natural. No etiquetar la comida, pero tampoco negociar con ella; no es amenazar, prohibir, señalar, la solución, es aprender a comer de todo, pero disfrutando cada bocado para evitar excesos que deriven en daños a nuestra salud.

Digo por experiencia que negar el acceso a un alimento tenga una buena repercusión tanto para la salud mental como física.

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