por María
La obesidad y el sobrepeso son temas que han estado presentes en nuestras vidas desde varios años atrás, a partir de que los estándares de belleza se modificaron y se vieron influidos por una moda que sólo admite a personas de un peso y medidas inflexibles; hablar de ser “gordo” se convirtió en parte de nuestras conversaciones habituales.
Sin embargo, no se trata de temas de moda o imagen, sino de problemáticas reales que van más allá de los estándares de diseñadores o de modelos a seguir.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) “La obesidad y el sobrepeso se definen como una acumulación anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud”, ocasionadas principalmente, por un desequilibrio entre el ingreso y el gasto de calorías.
Es cierto que existen otros factores a nivel físico que desencadenan estas enfermedades, haciéndolo inevitable; pero, tampoco podemos dejar de reconocer que en la mayoría de las situaciones, se trata del primer caso.
En los últimos meses hemos escuchado y leído mucho acerca del tema; se ha mencionado mil veces que somos el segundo lugar en Obesidad a nivel mundial, incluso hay quienes se ufanan del hecho, o hacen bromas acerca del lugar tan destacado que ocupamos.
Me pregunto, ¿acaso se trata de una risa nerviosa?, ¿de una evasión?, o ¿de una ignorancia?.
Es divertido reír para evitar llorar por nuestra situación; que México ocupe este lugar lo hace un problema de todos, sin distinguir entre quienes la padecen y quienes no, porque es tangible, más no reciente.
Según cifras de la OCDE fue a partir de los años 80, que estas enfermedades comenzaron a tomar un ritmo preocupante, convirtiendo la obesidad en una epidemia mundial; también registra que en los países que la componen, entre ellos el nuestro, uno de dos adultos tiene sobrepeso y uno de seis obesidad.
Si esto por sí mismo no es alarmante, hablemos también de la principal causa de muerte a nivel mundial: las enfermedades cardiovasculares, íntimamente relacionadas con un peso por encima de lo que debería constituir nuestro cuerpo.
Y no se trata de etiquetar, ni discriminar, porque nadie está exento de haber padecido, o llegar a padecer alguna de estas enfermedades en el transcurso de su vida, se trata de no dejarnos llevar por palabras vacías y mensajes sin sentido.
Años atrás, se comenzaron a realizar campañas que hablaban acerca de la belleza real, de combatir los estereotipos que nos obligaban a bajar de peso; no estoy en contra de esa propuesta, pero no a costa de nuestra salud.
Ambos extremos y visiones son equivocadas, lo verdaderamente alarmante e importante destacar, es que la obesidad y el sobrepeso nos restan años de vida, un promedio de ocho a diez años, imprescindibles para quienes tenemos aspiraciones, metas, sueños, pero sobretodo familia y seres que nos importan.
No trato de decir que debemos pesar determinada cantidad de kilos, sino de estar sanos, sanos para poder disfrutar cada uno de nuestros días.
Porque va más allá de si me como una hamburguesa, un tamal o quince tacos, se puede hacer de vez en cuando, pero si hago de eso mi hábito, no sólo me daño, sino a aquellos a quienes amo.
La obesidad y el sobrepeso traen consigo consecuencias que rebasan una talla, nos quitan momentos de juego, de risas, de paseos; conllevan gastos, no sólo al sistema de salud, que bien sabemos no siempre es bondadoso con nosotros, sino a nuestro bolsillo.
Habrá quienes consideren que “mejor morir gordo y feliz, que flaco sin disfrutar”, pero es un error pensar que aquel que cuida su alimentación no está a gusto con la vida, al contrario, en muchos casos, la valora y por eso trata de mejorarla.
Si no pienso en mí al momento de hacer un cambio de vida, debo de pensar en aquel al que juré amar, cuidar; en ese que depende de mí; aquel por el que me levanto cada mañana.
Porque al no cuidarnos ellos no sólo heredarán los muchos o pocos bienes que hayamos atesorado, sino también nuestros hábitos y enfermedades, no en balde somos el país número uno en obesidad infantil.
No hay comentarios:
Publicar un comentario